Cuando desde la industria tecnológica hablamos de transformar las organizaciones, lo primero que llega a nuestra mente es la digitalización.
Sí, adquirir recursos de última generación como parte de las metas de innovación es parte del camino, pero no el core del asunto. Una real transformación 360 con impacto precisa no solo de un cambio en los procesos, sino también de una modificación a nivel cultural y personal.
Lo anterior instala enormes desafíos. Superar el miedo y la resistencia al cambio, integrar la colaboración como metodología de trabajo, desarrollar liderazgos inspiradores y, sobre todo, ubicar al centro de la estrategia a los clientes, son elementos basales de toda transformación organizacional exitosa. Pero ¿cómo abordar todas estas dimensiones de manera eficiente sin consumirse en el esfuerzo?
La primera reflexión que me gustaría instalar y que aparece tras fecundas conversaciones con mujeres chilenas, líderes en innovación, es comprender que la digitalización es un medio y no un fin. Como tal, nos invita a pensarla no desde un estado de alerta sino, como una herramienta para incorporar nuevas formas de relacionarse y contribuir al desarrollo de nuestras organizaciones.
Aquí una actitud determinante es la apertura hacia la diferencia, el intercambio de ideas y la colaboración. No hay otra forma de transitar hacia organizaciones modernas que no sea entendiendo que todos, directivos y colaboradores, somos eslabones de una gran cadena y que por lo tanto, cada una de nuestras acciones incide en el trabajo del otro, en la relación con los clientes y, en consecuencia, en los respectivos resultados de cada negocio. Operar por metas propias y trabajar en silos no son dinámicas que contribuyan al desarrollo de una empresa próspera.
Otro elemento insoslayable es la transversalidad y el conocimiento abierto a toda la organización. Y ello no significa bajar a todas las esferas las decisiones o cursos de acción. Es sobre todo generar espacios para que cada integrante del equipo acceda a nuevas miradas y contenidos que les resulten inspiradores y los preparen para anticipar con mayor ductilidad el cambio. Hay que modificar el mindset para que la amenaza de “lo nuevo” comience a desdibujarse.
Otro indispensable es habilitar un espacio de autodiagnóstico que permita reconocer nuestro valor agregado como integrante de la cadena. Por una parte, todo líder debiera tener plena claridad de sus atributos, pero también de aquellas capacidades que le permiten generar sentido y pertenencia a quienes trabajan con él. En paralelo, es importante identificar las tareas que son delegables y traspasar la responsabilidad a quienes tienen mejores competencias para lograr los objetivos. Eso no debilita un liderazgo, al contrario, lo valida frente a su recurso humano.
El cambio cultural en nosotras y nosotros mismos es el primer paso para llevar a cabo una transformación organizacional con foco en los clientes. Es el primer peldaño de una estrategia vinculante y coherente, que impulse la transición de manera sustancial y no con acciones cosméticas.
Aquí, las empresas tecnológicas tenemos la gran tarea de aportar a estas implementaciones, entendiendo que somos el cemento en el edificio de ladrillos que construyen nuestros clientes. Vamos todos hacia el mismo lugar.
Autor:
Silvina Dalton
Directora de Cuentas Globales
Cirion Technologies