En la era de la información, la inteligencia artificial y la automatización, los data centers (centros de datos) son, para todas las organizaciones, el equivalente a una mezcla entre el corazón y el cerebro de un ser humano. Se trata, nada más y nada menos, que del lugar físico y virtual en donde se encuentra no sólo el hardware y el software que habilita sus sistemas sino también el principal activo de las empresas en los negocios actuales: sus datos.

Debido a lo anterior, las organizaciones prestan especial atención a las decisiones asociadas a la selección o instalación de su centro de datos. Ya sea que se opte por servicios, en una solución de externalización parcial o total, o por un data center propio, las preocupaciones siempre apuntarán a las garantías y seguridad que ofrece el lugar elegido, tanto en lo físico como en lo virtual.

En efecto, la selección del emplazamiento para la instalación de los data centers, especialmente, de los de gran tamaño, con altos estándares y pertenecientes a quienes prestan servicios a terceros y operan de manera global o internacional no es una cuestión trivial. Este factor ha llevado a muchas compañías y grandes proveedores a mirar con atención a los países de Latinoamérica al momento de definir dónde ubicarán el corazón y cerebro de sus servicios regionales. En este escenario, Chile, debido a sus condiciones económicas y políticas se ha convertido en las últimas décadas en un punto de atracción para grandes compañías del sector tecnológico y de telecomunicaciones, más allá de ser un mercado relativamente pequeño en cuanto a tamaño y alejado geográficamente. La razón es más o menos simple: hoy las fronteras y distancias carecen de importancia para la provisión de servicios basados en la nube y otras tecnologías de redes y comunicaciones.

Sin embargo, en el caso específico de los data centers para un actor internacional no basta con que un país ofrezca condiciones sociales o políticas estables, puesto que se requieren también de la existencia de otras condiciones, tanto o más determinantes. Éstas se relacionan con la disponibilidad de una buena infraestructura de telecomunicaciones, altos niveles de conectividad física y digital, facilidades para la importación y el acceso de las tecnologías, buenos profesionales del área tecnológica y, por supuesto, un desarrollo energético seguro y actualizado.

Chile tiene ventajas relevantes respecto de otros países de la región en todos esos ámbitos, convirtiéndose en un lugar que ofrece las condiciones ideales para que organizaciones globales instalen aquí su infraestructura de TI y centros de datos. En tal sentido, Santiago no es la única plaza apta para estos desafíos, puesto que muchas otras zonas y ciudades ofrecen ventajas similares y pueden competir de igual a igual no sólo con ella sino también con otras ciudades de la región, aprovechando algunas de sus cualidades específicas. Pensemos, por ejemplo, lo que sucede en la zona norte de Chile, en donde existen observatorios astronómicos únicos y de clase mundial instalados bajo lo que muchos expertos denominan “los cielos más prístinos del mundo”. Ellos pueden ser un verdadero círculo virtuoso para apalancar el camino de Chile a ser un líder en Astro Data, no sólo regional, sino a nivel mundial, convirtiendo al Big Data astronómico en un eje para impulsar nueva Investigación y desarrollo en el país.

A pesar de ser Chile un país en que se invierte aproximadamente un 0,4 del PIB (Producto Interno Bruto) en investigación y desarrollo 1 (I+D), una cifra relativamente baja en comparación con los líderes en tecnología y ciencia, las autoridades han entendido que se debe dar un “golpe de timón” para incentivar el que más compañías globales instalen aquí sus centros de datos, cuestión que redundará, sin duda, en una serie de beneficios directos e indirectos muy relevantes para el futuro.

El éxito de Chile en este ámbito no es fruto de la causalidad, porque desde hace dos décadas viene invirtiendo para convertirse en líder en Latinoamérica en todos los indicadores relacionados con el uso de las tecnologías, abriendo espacio cada día a un mayor nivel de innovación en las organizaciones privadas y públicas. Hoy, con la implementación de nuevos enlaces submarinos, como el FOA (Fibra Óptica Austral) en el sur del país –que comenzó a desplegarse este año–, o las iniciativas público-privadas para conectar a Chile con Asia a través del Pacífico, entre varios otros proyectos similares, sumados a los avances en la implementación de las redes 5G, existen pruebas tangibles de que no sólo hay voluntad y promesas, sino también cumplimientos y materialización.

Lo anterior se ve refrendado por la instalación de los centros de datos de importantes compañías en Santiago y provincias, como Lumen y la expansión de su Data Center en la capital chilena, convirtiendo al país en una opción recurrente cada vez que se plantean opciones similares para el futuro, considerándose un auténtico “hub” regional. Las condiciones están dadas para que Chile siga incrementando su valor agregado en este ámbito porque, al igual que sucede con los cielos del norte, no siempre se tienen tantas condiciones ambientales ideales para desarrollar nuevas infraestructuras que permitan impulsar el desarrollo tecnológico y la innovación. Sin embargo, el potencial debe concretarse con inversiones permanentes en infraestructura y nuevas facilidades para quienes optan por instalar el corazón y el cerebro de sus organizaciones en esta tierra, tomando conciencia del círculo virtuoso que suelen forjar a su alrededor los centros de datos.

Autor:
Pablo García
Gerente de Data Center y Seguridad
Lumen, Chile