La nube híbrida continúa imponiéndose en el mercado: la consultora IDC predice que, para fines de este año, estará presente en al menos el 90% de las organizaciones de todo el mundo. Una tendencia que se explica por la centralidad que el cloud tiene en las estrategias de transformación digital y por los niveles de fluidez y flexibilidad que propone este modelo.

Llamamos “nube híbrida” a un panorama tecnológico que incluye cierta presencia local o infraestructura propia (nube privada) y un conjunto de aplicaciones, datos y procesos migrados a una nube pública. Entre sus características, destaca el hecho de que las cargas de trabajo se mueven de manera fluida, transparente y automatizada entre los diferentes entornos de acuerdo a las necesidades. 

No se trata de una solución llave en mano que puede replicarse en todas las empresas para obtener el mismo resultado, sino de una verdadera ecuación que plantea nuevas incógnitas en cada caso en particular. Despejarlas es la clave para alcanzar todos los beneficios que potencialmente brindan este tipo de arquitecturas. 

Entre las variables que entran en juego destacan la velocidad de la red, la capacidad de procesamiento, la optimización de la arquitectura, la latencia que se logra, el control de los costos y el governance del conjunto.

Experiencia del usuario

Para encontrar el camino, el foco debe estar puesto en la experiencia del usuario. Debe ser la que satisfaga la expectativa del usuario sin que importe si está comprando un producto online, generando una transacción financiera, completando el trabajo de la oficina, estudiando o incluso jugando o comunicándose con amigos, en cualquiera de los casos. Tampoco es relevante su ubicación geográfica ni el dispositivo del que accede: la experiencia debe ser homogénea independientemente de esos factores.

Por eso, es necesario analizar dónde se procesa la información y con qué inmediatez se requiere la respuesta. Cuando se trata de cargas de trabajo que exigen una devolución inmediata, entonces resulta clave reducir el tiempo de transporte de los datos hacia el punto de procesamiento. Por otro lado, hay cargas de trabajo que por su dinámica o funcionalidad resulta más adecuado ubicarlas en algún data center central. El armado de la arquitectura y la decisión de dónde se procesa cada carga, por lo tanto, resulta fundamental para alcanzar una mayor performance.

La conectividad entre esos puntos resulta igual de clave. En un juego de equilibrios habrá que explorar la multiplicidad de alternativas para identificar los proveedores de internet que ofrezcan buena interconexión con sus pares -para garantizar el correcto desempeño de la arquitectura de punta a punta, concatenando de manera óptima todos los eslabones que conforman la nube híbrida- y, al mismo tiempo, que habiliten eficiencia en costos.

Con la mira en la latencia

En todo este camino, el ojo estará puesto en la latencia: los retardos en la transferencia de datos deben ser mínimos y el desempeño, alcanzar el máximo de su potencial, aun cuando se trate de aplicaciones exigentes como video, realidad virtual o juegos.

El governance, por su parte, es lo que permite dar al proyecto una dirección estratégica alineada con el propósito del negocio, garantizar el cumplimiento de los marcos normativos y de las políticas organizacionales, analizar y monitorear el rendimiento, asignar los recursos de manera adecuada y establecer criterios de mejora continua, no solo desde la tecnología, sino también desde otras dos perspectivas, las personas y los procesos. 

En el largo plazo, la nube híbrida es la que permite el mejor aprovechamiento de los servicios y el mayor ahorro de costos. Pero no son beneficios mágicos: es fundamental para desentrañar esa ecuación haber entendido bien el modelo, haber implementado correctamente el governance y, por supuesto, haber sido muy riguroso a la hora de hacer las cuentas.

Jon Paul "JP" McLeary

Autor:
Gabriel del Campo
Vicepresidente de Data Center, Cloud y Seguridad
Cirion Technologies

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